dilluns, 24 de novembre del 2008

no es oro todo lo que reluce...

Ahora que ya va acabando el viaje -sniff, sniff...- podemos desvelaros algunos secretos de lo sucedido entre bastidores: es decir, esos momentos en que uno hace el turista más de la cuenta o las meteduras de pata del tamaño de un mamut que hemos cometido -o mejor dicho, de un milodón, el animal prehistórico de la Patagonia-

PERO SÓLO ALGUNOS, EH??? No sea que nos perdáis el respeto como viajeras...


¿Os acordáis de Frutillar y Puerto Varas? Bueno, hace cientos y cientos de post, cuando estábamos por la zona de Pucón, siguiendo la ruta de los alemanes... cogimos un bus para visitar estos dos puntos turísticos que nos habían recomendado enooormemente. Lo hicimos en bus de línea, como dos buenas routards. Ese día estábamos sembradas...

1)Puerto Varas lo paseamos entero: la ciudad se abre al lago Llanquigue, rodeado de volcanes y montañas imponentes. Hay una fotito anónima colgada en un post... La vista quita el hipo: recorrimos el lago, hicimos un pequeño malecón e incluso nos tomamos una coke en una terraza con vistas mientras sonaba Mediterráneo de Serrat. En un extremo se alza el Cerro Philippi -otro de los insignes padres de las patrias que estamos conociendo, junto con prats, o'higgins o montt-. Listas nosotras dedujimos: cerro igual a altura, altura igual a mejores vistas. ¿O no? Pues no. Pero lo descubrimos después de subir y subir y subir... para llegar a la cima, quedar tras un cable y un árbol y ver... ¡las imponentes vistas de la autopista que lleva a puerto varas! Ni volcanes, ni lagos ni casas típicas. Lo peor de todo es... que la pájara de la oficina de turismo -merecen todos ellos un post aparte- nos lo aconsejó.

2)Después del chasco, cogimos el autobús a Frutillar. Tras unos kilómetros llegamos a un pueblo. Preguntamos si estábamos en el centro y nos dijeron que sí. Corriendo salimos del bus. Y, a no se cuantos grados, con un sol de justicia y sin capa de ozono que nos protegiera, nos pusimos a caminar. Busca que te busca una placita de armas, una iglesia o un poquito de lago -seguíamos bordeando el llanquigue-. Nada. Ni rastro. Calles sin asfaltar, casitas de uralita, alguna gallina suelta... Y yo diciéndole a Anna: es bonito, eh? así, rústico...

Al final, salimos a la carretera y nos pusimos a andar y andar. Algo no cuadraba. ¿Dónde estaba el laguito dichoso? -que parece un mar, eh? difícil de perder-... De repente, un coche a lo lejos y Anna alza su mano. Lo para y pregunta si estábamos en Frutillar. Sí, lo estábamos. Pero resulta que, como en una película absurda, existían dos Frutillar: el bajo -visitado por miles de turistas en temporada alta, con un lago, casas de ricos alemanes, museo y demás- y el bajo -visitado hasta la fecha por sólo dos turistas: Anna Guerrero y Ángeles Doñate-

1 comentari:

Imma ha dit...

Hola boniques, no vull que torneu! M'agraden molt els vostres escrits, i cada una a la vostra manera em feu viatjar amb valtrus. Moltes gràcies!